domingo, 21 de noviembre de 2010

(cuento 2)

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Érase una vez una amigable y trabajadora cigüeña que vivía sola en un campanario de Marruecos, un campanario asolado, arruinado, destruido carente de recursos tanto sí mismo como su alrededor...
Por eso Doña Cigüeña, a pesar de sus esfuerzos por encontrar recursos, el oficio de llevar niños recién nacidos escaseaba, ya que, debido a la crisis pocos podían permitirse tener hijos. Esto se traducía en una hambruna para Doña Cigüeña, que casi fallece por inanición.

Una prima de Doña Cigüeña le comentó que en París la natalidad era alta y estaba muy bien remunerado el trabajo. Por este motivo, nuestra protagonista decidió entrar en el "club de aves migratorias".

Una vez en París, a Doña Cigüeña le eran negados empleo tras empleo, excusándose mediante justificaciones absurdas cuando ën realidad, ella sólo tenía ganas de trabajar y de realizarse en todos los aspectos que una cigüeña puede desarrollarse.

Amiguitos, pero esta cigüeñita al darse cuenta de que estaba siendo repudiada por ser inmigrante definitivamente decidió fingir que estaba allí de vacaciones con la finalidad de aprender francés hasta se hizo llamar con el ostentoso sobrenombre de Madame Cigüeña. De esta forma, los franceses la veían desde otra perspectiva y por fin se le asignó un buen empleo ajustado a su perfil y lo desempeñó estupendamente, aumentando el beneficio de la empresa.

Así, la actual Madame Cigüeña, consiguió instalarse y vivir acorde sus ambiciones.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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